domingo, 15 de mayo de 2016

Cotidianas

Jugar
“Luli (por su prima) ya no quiere jugar más conmigo porque es adolescente. ¿A qué edad va a querer volver a jugar?”
Pregunta mi hija y a mí se me llena el pecho de angustia mientras pienso que quien ya no va a querer jugar va a ser ella.
Y empiezo a extrañar a la nena que todavía es, pero que pronto va a dejar de ser. Y me invade esta suerte de nostalgia anticipada, inminente, irreversible. La única opción para que la vida siga.



Ropa
Hace un tiempo se me rompió el lavarropas y como no me alcanza el dinero para la costosa reparación, utilizo las comodidades de la casa de mi mamá que se transformó en mi lavandería personal. Voy y vengo con las bolsas. Va la ropa sucia, vuelve la ropa limpia, en un ritual casi cotidiano.
El otro día volvía a casa así cargada cuando me cruzó un vagabundo, sucio, desaliñado, llevaba un par de bolsas, igual que yo.
-          Señora, ¿no tiene ropa para regalarme?
-          No, acá no, disculpá.
-          Pero ese sweater … (el saco de lana que yo había tenido puesto hasta hacía un rato y que sobresalía de una de las bolsas)
-          No, disculpá…
Chasqueó los labios y se fue, mascullando vaya una a saber qué palabras.

Me quedé con una sensación incómoda. Me gustaría haberle explicado que la ropa que yo llevaba en mis bolsas no era de descarte, que son mis prendas, y las de mi hija, de todos los días. Seguramente como las que, sin tanto perfume a suavizante, lleva él, de acá para allá, en su propio ritual casi cotidiano.


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