Ana tiene en su cuarto una caja enorme, llena de disfraces.
Los hay de todo tipo, tamaño y color.
Cuando está aburrida, Ana corre a disfrazarse de payaso, y
hace malabares y piruetas.
Cuando tiene miedo se disfraza de maga y con su varita
transforma lo que le asusta en garabatos y caricaturas que la hacen reír
muchísimo.
A veces, cuando llueve y hay tormentas, se disfraza de sol,
se asoma al balcón, y ve cómo los chicos se alegran porque pueden salir a jugar
otra vez.
Y otras veces, cuando ya leyó todos sus libros, se disfraza
de palabras e inventa nuevas historias.
Pero cuando está con sus amigos, jugando, divertidos, sabe
que no necesita sus disfraces.
Los deja guardados en la caja y es Ana, solo
Ana.
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