viernes, 20 de noviembre de 2015

El diferente

Es cierto. No lo tratábamos muy bien cuando éramos chicos.
Él era el más chiquito, feúcho, y encima siempre triste por esos motivos. Mamá lo protegía igual, pero nosotros no queríamos que viniera a jugar con nuestros amigos, que se burlaban de él, y por extensión, de todos los hermanos.
Nació último, de un huevo que ya de afuera se notaba defectuoso, distinto. Sus plumas eran horribles y no tenía siquiera gracia para andar.
Ahora cambió, y da vueltas por ahí, pavoneándose en medio del lago, siempre acompañado de alguna damisela nueva.
Los poetas le cantan y hasta se enteró de que un compositor de música dedicó un ballet a su especie (me encantaría contarle cómo termina también al vanidoso, pero ya no nos hablamos).
Se ve hermoso y tanto animales como humanos se lo confirman. A nosotros nos persiguen a escopetazos, a él le sacan fotografías.
Sí, lo reconozco, nos portamos mal con él. Pero no era para tanto, cosas de chicos. No como su vanidad vengativa de ahora. No acepta disculpas ni nos quiso volver a ver.
Resentido.

Cogotudo.


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