A veces, como ahora, no se puede dormir a la hora del sueño.
Como esa, hay montones de contradicciones.
Que te guste el mar, pero lo prefieras en días de lluvia,
cuando está igual de gris que tu ánimo. Cuando está igual de revuelto que tus
ideas. Cuando no se queda quieto y parece protestar. Esa movilidad estática,
desesperada, de quien se sacude siempre en el mismo lugar. Como el ahorcado
antes de morir.
Un dolor de cabeza y el botiquín vacío de analgésicos, el
bolsillo vacío de dinero, la hoja vacía de palabras. La hoja que te mira y
espera, ansiosa. La cabeza que estalla y espera, ansiosa.
Un hombre que te gusta, pero vos no le gustás a él. Otro que
gusta de vos, pero que a vos no te gusta. Una búsqueda similar a intentar
encontrarse en un laberinto de espejos.
Que las galletitas de agua se arruinen por la humedad.
Que Blanco sea apellido y Negro, no.
Una depresión severa que te diagnostican mientras te reís a
carcajadas.
Una felicidad enorme que se te escurre en lágrimas
incontenibles.
Ahogarse sin estar en el agua. Quedarse sin aire en medio
del aire. Asfixiarse de emoción, atragantarse con un sentimiento o un carozo de
aceituna, o un trozo de carne mal masticado. ¿Cómo puede ser todo igual? ¿Cómo?
Si es todo distinto.
Que los fines de semana largos dejen la sensación de haber
sido tan cortos. Que la semana que los precede sea más extensa por la espera.
Que la angustia oprima, que la ignorancia libere.
Querer y no poder. Tener esa pila de sueños postergados que
deseás realizar. Y así y todo, no poder. Porque hay alguien dentro de vos que
te frena, y esa debe ser una de las contradicciones más grandes: no somos uno,
somos varios: nuestro hoy y nuestros ayeres.
Que Murakami afirme que para desarrollar el pensamiento
independiente no hay que leer los libros que lee todo el mundo. Que todo el
mundo lea sus libros.
Reír por compromiso. Convocar el poder de la risa sólo para
agradar a alguien. Debería ser físicamente imposible. Pero no, se puede.
Se puede comer sin hambre. Se puede entregar el cuerpo sin
amar. Se puede beber sin sed, incluso hasta embriagarse. Se puede caminar sin
rumbo. Se puede parir y no ser madre. Se puede ser madre sin parir. Se puede
hablar sin decir nada. Se puede decir nada y significar todo.
Se puede morir joven y dejar tanto inconcluso.
Se puede llegar a viejo, habiendo estado muerto en vida.
Se puede saber escribir, combinar las palabras para que
suenen bellas, para que activen fibras, para que generen emociones.
O se puede hacer esto: hilvanar sinsentidos.
Una noche, a la hora del sueño. Mientras no se puede dormir.